3.10.2007

Ese era Christopher

El biombo de vidrio era, según él, la cifra de su vida porque sugería cómo, desde la más profunda oscuridad, un cuerpo va desprendiéndose lentamente de ilusorios pellejos hasta ser únicamente él; revelando, en ese instante, su más legítimo perfil. Su deseo era llegar a esa definición de sí mismo; y sin esa premisa (y esa esperanza) Christopher no hubiera soportado la vida. Por eso, huyó de la casa familiar; allí se sentía preso de una legión de falseadas pieles, las que sus padres adhirieran instintivamente a él, esos antepasados que su madre recordaba con devoción maniaca. Whittlesey pensaba que para despojarse de aquel fardo de fisonomías yertas debía afrontar el riesgo y la oscuridad. Oriente representaba para él esa oscuridad y lejanía: perderse en ciudades viscosas como ciénegas, soportar el sofoco de las largas travesías marítimas, enfrentarse a la desdicha una y otra vez. En cada nueva encrucijada un miembro de la quimera se iría desprendiendo y llegaría un día en que se vería a sí mismo en toda su nitidez, como ese cuerpo que hace epifanía tras haber remontado el pasillo de los espejos. Por eso no le importaba verse de nuevo perdido: su norte era su deseo de encontrarse, y aquel lugar le estaba mostrando, con el rigor de un teorema, el sentido de su vaga enrancia por China.

Años de extravío. Bélver Yin. Jesús Ferrero.


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Virtudes y Desaciertos

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Chica semichilanga busca el sentido de la vida y la respuesta al secreto de la misma... con intentos fallidos