8.12.2006

Los nenes con los nenes y las nenas con las nenas.

En el área de investigación que me encuentro, tarde o temprano te enfrentas a la bioinformática. Gracias al miedo patológico que le tengo, había retrasado el enfrentamiento, pero hace unas pocas semanas llegó el momento en que no puedo seguir huyendo.

Lo que vuelve tan terrible a la bioinformática (interdisciplina que ayuda al análisis de secuencias biológicas como DNA, RNA y proteínas) es que de una forma mística y misteriosa conjunta a la computación, a las matemáticas, a la estadística y a la biología. ¿Alguien puede imaginar eso? Es como un Frankenstein al alcance de un click.

Como sea, respiré hondo y me senté frente a la computadora esperando no desvanecerme de pánico. Lo que hace tan terrible la bioinformática es que conjunta todas aquellas cosas que detesto, y en general para las que no soy buena. Odio la estadística aunque si viene en forma de reporte de clima la perdono; mi único fuerte en matemáticas es lograr obtener de manera casi instantánea el costo de una playera en descuento y bueno en biología... la biología es mi Kriptonita (y también los hombres). Lo más curioso ha sido el uso de la computadora. La primera PC que tuve colapsó pese a que sólo la usaba como editor de texto, por supuesto que cuando esto sucedió, pensé que era mi culpa, que era un ente estúpido que solo servía para máquinas de escribir y minifaldas. Sin embargo, mientras perfeccionaba mi técnica en el arte de descomponer ordenadores, noté que varias mujeres eran malas para las computadoras y que incluso, existían aquellas que no sabía ingresar a su cuenta de correo siendo que estudiaban un postgrado.

En este momento viene a mi mente frases como: mujer al volante peligro constante , y muy bien sé que yo soy un peligro desde el momento en que inserto la llave en el switch, pero jamás he dejado de oír historias de mujeres que son elementos clave en un accidente del asfalto. O, cambiando el tema, ¿cuántas mujeres son buenas escritoras en comparación con los grandes escritores que hay? ¿cuántas científicas mandan sondas espaciales a investigar nuevos astros, en comparación a el número de científicos que también hacen la misma tarea? Saquen cuentas. La gran pregunta es: ¿somos tontas y dueñas de pecados capitalistas?

Existen personas que contestan con el tan asombroso hecho científico de que las mujeres tenemos el cerebro más pequeño que los hombres. ¡Ja! (Me indigno) Eso es estúpido si pensamos que en los Homo sapiens el macho es más grande que la hembra. Cuestión de lógica y de proporciones -como a la Durero.

En los tiempos de mi abuelita se pensaba que la mujer era un hombre con hormonas, y que por eso nuestra vida se tiraba en cuanto los genes XX se activaban. Sin embargo, se ha mostrado que el cerebro femenino es el cerebro basal, es decir, durante el desarrollo embrionario todos tenemos el cerebro igualitito, pero después de las ocho semanas de gestación, éste (al igual que otras partes) se diferencia sexualmente como resultado de la testostera durante la gestación y poco después de ella. Esta 'cascada' de hormonas genera el comportamiento masculino. Se ha comprobado experimentalmente que los niños prefieren juguetes como camioncitos y bloques mientras las niñas queremos muñecas y juegos de té, no olvidemos que la influencia social es fuerte para esta decisión; sin embargo, se ha demostrado en chimpancés el mismo patrón de preferencia de juguetes (y aquí no existe las mamás que te visten de rosa o azul).

Yo siempre he odiado aquellos estudios científicos que se dedican a comprobar cuánto diferimos las mujeres de los hombre, es como decir: a ver humanos, hay una prueba de aptitudes para saber quien son mejores ¿los hombres o las mujeres?; y es en serio, me repatean el hígado porque siento que abren más la brecha de sexismo y de comprensión entre los dos géneros. Odiaría que mis amigos dijeran "hay Jetza, te queremos porque eres bien mala conduciendo" o: 'pobrecita de Jetza estar en sus días la hacen más estupidita'. ¡Repudránse en el infierno! Yo sé en lo que soy buena y en lo que no. Sin embargo, mi jefe me pasó un texto muy interesante.

En un artículo publicado en "The economist" (5/08/06) se menciona que, los hombres son mejores que las mujeres en:

1) Rotación mental
2) Agresión física
3) Resolución de problemas matemáticos


mientras que las mujeres somos mejores en:

1) Sonreír
2) Deletro
3) Agresión indirecta (esta es una de nuestras áreas fuertes)


Lo simpático fue que, mientras leía una y otra vez las tres hojitas del informe, éste llegaba a la misma conclusión: el hecho de que seamos mujeres u hombres, no nos hace excepción ni regla y principalmente, que: si uno entrena un mono para lanzar canicas, el mono puede aprender a hacerlo.

Es decir, que hay mujeres muy buenas manejando en las calles de este bello mundo y son mejores que algunos hombres, también hay mujeres escritoras bien chidas que se lanzan textos bien sórdidos y densos. Hay mujeres diseñando para la NASA y son geniales y además, existen hombres cocinando como para cometer pecado de gula. Y no es porque tengan o no una preferencia sexual, ni porque se inyecten hormonas del sexo contrario, sino porque todos podemos aprender. La predisposición a hacer algo no indica que aquellos que no lo estaban, no puedan hacerlo, así es la vida.

El cerebro se desarrolla bajo diferentes reglas químicas, pero se desarrolla y es funcional, tanto así, que ambos géneros hemos sobrevivido. La vida no es tan simple para decir que todo es a la Chicoché, los nenes con los nenes y las nenas con las nenas. Hay un más, estamos nosotros y lo que nos gusta, lo que somos y lo que podemos ser.

8.02.2006

A chronicle of early failure.

Cometer errores es parte de crecer. Además 'meter la pata' nos invita a formar parte de un grupo, a pertenecer al género humano, errarum humanum est; así que los jamás se equivocan, pues humanos no son, y conste que yo no lo dije.

Para todos aquellos que tenemos corazón de pollo y lo combinamos con una perpetua tendencia al perfeccionismo, el error tiene un terrible efecto secundario: caída en picada de la autoestima. En ese momento la vida se pone en números rojos y antes de tener una soga en cuello, corres a la librería a comprar montones de libros de autoestima. Un libro que te dice que eres el mejor, que siempre serás único, que podrás superar cualquier cosa porque los seres humanos estamos hechos para la sobrevivencia. Donde enunciados convincentes que te exponen de mil y una formas que estás hecho para el éxito, para triunfar en la vida; y que algún día cada pueblo del mundo tendrá una estatuita de bronce en su parque principal con tu nombre, tu busto estará en las monedas de 1 peso y una constelación tendrá tu nombre.

A mí me encantan estos libros, porque te inflan el ego mejor que un vendedor, y la verdad, las dosis de adulación no me cae nada mal. Lo malo es cuando estás convenciendo a tus amigos letratos que pese a que eres un simple mortal, lees literatura, entonces ni por error debes mencionar para nada los 'libros prohibidos", porque echarán a la hoguera todos los títulos de Carlos Cuauhtemoc Sánchez o Miguel Angel Cornejo.

Sin embargo, existe una salida triunfante de esta dicotomía, Paul Auster. Paul Auster (1947- ) es un escritor nacido en Nueva Jersey, que al contrario de muchos escritores, decidió no tener una doble vida, nada de banquero-escritor, científico-escritor, u otro algo-escritor. Decidió escribir y sobrevivir de ello.

Su primer libro fue de carácter biográfico, The Art of Hunger (1982). Si Pitágoras no me engaña, Paul Auster tenía 35 años cuando 'El Arte de la Hambruna" estuvo disponible en las librerías. Previamente había tenido varios trabajos temporales, siendo el de traductor uno de los más rentables y constantes, pero por cómo cuenta su historia, siempre se preocupaba por el dinero siendo la cosa por la que menos quería preocuparse. Así que, échenle cuentas de la experiencia en el campo de la hambruna para cuando termina de escribir este primer libro.

Hand to Mouth, A chronicle of early failure (1997) es también uno de sus libros biográficos, y aquí tan sólo desde el título me encantó. En Hand-to-mouth Paul Auster narra cómo trabajó y falló, cómo intentó y continuó fallando, de hecho llega un momento en el va andando y vé un letrero de los '10 más buscados' y nota que conoce a ocho de esos sujetos. Mientras uno lee el libro siente que quedaría música de violincitos de fondo, porque realmente es una tragedia ver tantas fallas, pero lo narra con un estilo tal, que realmente llegas al humor negro, al sarcasmo, a exprimirle todo lo triste a la realidad y lanzar una carcajada fuerte que diga: y sigue la mata dando.

Cuando terminas de leer el libro, viene la reflexión. Si a este sujeto, que ahora es considerado como uno de los mejores escritores de Estados Unidos, le fallaron tantas cosas y ha sobrevivido, entonces a mi no me puede ir tan mal después de quemar lo frijoles. Eso sí, hay que tener temple para soportar el fracaso, y entonces es cuando digo: 'mi sarcasmo me va a llevar lejos' (ja, otro sarcasmo).
Ahora, aquí hay que observar dos cosas: 1) si ésto te levanta la autoestima porque hay pruebas empíricas de que, el error realmente es algo 'normal' que debe ocurrir en tu vida, y que cuando ocurre sólo te queda curarte la herida y continuar, o si 2) te alivias porque te encanta ver a la gente que sufre. Si sucede 1, entonces digamos que aprendiste la lección de la manera más admisible en nuestra sociedad, del lado del bien, pero si escogiste 2 (sin opción de escoger lo que hay tras la ventanita 1) creo que hay un problema moral, porque la sociedad no ve muy bien que uno se ría del dolor ajeno, yo por eso opto de reírme de mi fracaso, es muy mío y puedo hacer con él lo que yo quiera, lo hice, lo creé y tengo derecho. Al menos tengo alguien de quién reírme. Ya después me sobo e intento continuar. De hecho, ahora que lo pienso, casi todas la buenas historias que cualquiera puede contar son de algo que fracasó en dimensiones catastróficas o de algo tan embarazoso que sólo es digno de una risa a pie suelto. Cualquiera escoge la forma en que quiere vivir con sus errores, aceptándolos y diciendo "pos si, soy medio pen...." o rechazándolos y dejando que nos frieguen desde el subconsciente, cada quien decide.

Cuando Descartes escribió el Discurso del Método, menciona primeramente algo así como: Esto no es una guía, es la forma en la que yo la he librado -claro que no dijo librado, porque en ese entonces la gente habla de otra forma, esta es una traducción más libre y metafórica, no literal. Pero eso es lo que finalmente quieren mostrarte los libros, las películas, o los abuelitos y los papás, nos muestran no la mejor manera de vivir, sino la que les ha funcionado.

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Chica semichilanga busca el sentido de la vida y la respuesta al secreto de la misma... con intentos fallidos